El urdu y el hindi son morfológica y fonológicamente una misma lengua.
Históricamente esta lengua deriva del grupo de dialectos
jari boli centrados en Uttar Pradesh y en la región de Delhi, que sirvió como
lingua
franca entre la población local y los invasores musulmanes que vinieron del
oeste. A través de la Edad Media esta lingua franca, conocida como zaban-e-urdu
o 'la lengua del ejército' consolidó gradualmente su posición como la
principal lengua interregional de la India septentrional, pasando a ser de un
mero vehículo coloquial a la categoría de lengua literaria, usada, junto con
el persa, en las cortes musulmanas (siglos XVI al XVIII). Debido a la
afiliación cultural de esas cortes, muchos préstamos árabes y persas entraron
en su léxico.
Desde el siglo XVIII en adelante el persa-hindi de la corte
Mughal es conocido simplemente como urdu. Sin embargo, esta lengua, con su
vocabulario especializado, a duras penas llegaba a las masas hablantes en jari
boli. Por eso hacia finales del siglo XVII, los escritores y eruditos hindúes
se nutrieron de la tradición nativa en lugar de la arábigo-persa, comenzando a
usar el jari boli (indostaní) como medio de expresión literaria en términos
de la cultura indo-sánscrita. Esto iba a significar, por un lado, el uso de la
escritura devanagari en lugar de la
árabe y por otro, el recurso al
sánscrito
para enriquecer el léxico. Hacia mediados del siglo XIX Hariscandra pudo usar
el hindi como medio efectivo y apropiado para escribir creativamente en el
sentido moderno, es decir, no simplemente como una vasija que tiene que adaptarse
a una tradición recibida. Urdu e hindi, son pues polarizaciones culturales
que emanan de una sustancia lingüística común.
La literatura en urdu clásico de los siglos XVII y XVIII es rica y extensa
y algunas de sus obras de excepcional calidad, como los ghazals de Mir Taqi
(1722-1810). Actualmente el urdu es vehículo de una de las más prolíficas e
importantes literaturas del sub-continente índico.
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