Entre los ekagi, y otros grupos papuanos de las tierras altas, existe una
institución social que pone un equilibrio entre las fuerzas de coerción y
consenso, y es la institución del hombre grande. Esta institución falta entre
los grupos de las tierras bajas.
El hombre grande es quien detenta el poder en las tierras altas y ha de
ejercer un cuidadoso balance entre las fuerzas centrífugas y centrípetas
dentro de sus comunidades. Los hombres grandes suelen ser fuertes guerreros que
contribuyen generosamente a los intercambios ceremoniales (demostrando de esa
manera su riqueza) y persuasivos oradores. Por un lado, exhiben su fuerza
actuando como otros esperan que lo hagan, pero al mismo tiempo han de reconocer
el derecho de otros a la paridad, evaluando sus puntos de vista y defendiendo
sus derechos. Los hombres grandes alcanzan un alto grado de control social por medio de una hábil oratoria, oratoria que no es el dictado de su voluntad sino
la moderación y guía de las opiniones del grupo para alcanzar los fines
propuestos. La efectividad de su oratoria está respaldada por su poder
económico.
El papel de hombre grande no se transmite de padre a hijo sino que se
adquiere por iniciativa, capacidad e inteligencia del individuo. Teóricamente
cualquier hombre puede ser hombre grande. En poblados grandes existen varios
hombre grandes quienes cooperan en la administración del poder, pudiéndose
generar, por ese reparto del poder una rivalidad que degenera en gran tensión en
dichas sociedades.
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