En la Península Ibérica, a pesar de la gran
resistencia lingüística y religiosa de la población romance, los
árabes consiguieron asimilar un buen número de individuos romances
quienes adoptaron usos y costumbres árabes, si bien conservando la fe
cristiana. Fueron llamados mozárabes (< árabe
musta'rab 'arabizado'). El número de estos mozárabes era
particularmente grande en la parte meridional de la península, pero no
hay que suponer que todos los mozárabes aceptaran de plano
la lengua de los dominadores; muchísimos, si no es que la
mayor parte, seguían usando el romance (eso sí, con gran
influencia árabe), al menos como lengua familiar, y empleaban el árabe como lengua de cultura.
Uno de los más poderosos
medios de penetración de elementos aloglóticos lo constituyen los bilingües y los mozárabes solían serlo por lo que a ellos se le debe en gran
medida la entrada de abundantísimos elementos árabes en el léxico de las lenguas
iberorromances.
A medida que la Reconquista cristiana avanzaba hacia el sur, se iban incorporando a la vieja población cristiana
elementos mozárabes siempre nuevos.
Si a los habitantes
de los territorios independientes (o dominados por los árabes durante tiempo bastante breve) les resultaba fácil,
al copiar instituciones u objetos de gran importancia, aceptar de paso las correspondientes expresiones árabes, los
mozárabes, que vivían o habían vivido en contacto directo
y prolongado con sus dominadores, sin conocer una vida cultural intensa en lengua romance,
dejaban penetrar en su romance no sólo tales denominaciones de instituciones y objetos
importantes, sino también
designaciones de cosas de valor secundario.
Durante la Reconquista, en los siglos posteriores al XI,
al desmembrarse el Califato, el número de arabismos creció considerablemente; la penetración del
español del norte
y el centro, especialmente del dialecto de Castilla, que desde
mediados del siglo XI comenzó a predominar sobre los demás dialectos, se hizo cada vez más marcada, de suerte
que los modernos dialectos de España meridional pueden
considerarse, con justa razón, no como continuaciones directas del romance local, sino como posteriores superposiciones de elementos españoles centrales y septentrionales
en territorio de escasa población, arabizada en gran medida. |